Durante la semana, traté de encontrar la melodía perfecta para la canción de la señora Gloria, algo que realmente resonara con la historia que Vicente me contó. Pero hasta ahora, ninguna de las ideas que surgían me convencía del todo ni ninguna de las canciones que grababa. Las letras parecían flotar en mi mente sin aterrizar, y los acordes... bueno, digamos que no lograban hacerme vibrar como esperaba.
Tres días antes de la fiesta, mientras cenábamos, mencioné casualmente a mis padres que el cumpleaños de la señora Gloria estaba cerca y que me habían pedido escribir una canción especial para la ocasión. Aunque siempre me habían apoyado, no habían podido ir a verme cantar debido a sus agotadoras horas extras en el trabajo. Les había pedido una y otra vez que no se esforzaran tanto, pero mis súplicas siempre caían en oídos sordos. Según ellos, no era "tan cansado". Claro, como si no supiera que regresaban a casa arrastrando los pies.
—Vamos a ir a verte ese día, hijo. Pediremos permiso en el trabajo —dijo mi madre con determinación. Había algo en su tono que me hizo sentir un cosquilleo de emoción.
Asentí con entusiasmo. La idea de que por fin me verían en acción me llenaba de alegría. Ninguna de las personas que realmente me importaban, en mi vida pasada, habían tenido la oportunidad de verme cantar, ni de presenciar el éxito que estaba construyendo poco a poco. Fallecieron antes de poder demostrarles.
—Así es, hijo. No importa cuánto oro me ofrecerán por trabajar horas extras, iré a verte —dijo mi padre, riendo.
Pero fue esa simple frase, la que hizo que una chispa se encendiera en mi cerebro. De repente, todo hizo clic.
—¡Eso es, papá! ¡Gracias! —grité, levantándome de un salto y corriendo hacia mi habitación.
Cerré la puerta de un portazo y agarré mi guitarra y mi libreta. Las ideas empezaron a fluir como un torrente. Aunque tenía una habilidad llamada "Memoria", eso no significaba que recordara todo al pie de la letra. Vamos, todavía estaba en un nivel bajo , así que necesitaba asegurarme de que la letra y los acordes fueran iguales.
[¡Felicidades! Has subido un nivel en Memoria]
[¡Felicidades! Has subido un nivel en Composición]
El resto de la semana me dediqué a ensayar. Practicaba en casa y en el restaurante, mejorando no solo la canción, sino también mis estadísticas.
Nombre: Nadir Valdez
Nivel: 6
Energía (EP): 100/100
Salud: 21
Fuerza: 21
Destreza: 21
Inteligencia: 20
Carisma: 20
Encanto: 20
Resistencia: 20
Habilidades:
Defensa personal (Novato - Nivel 6)
Aprendizaje (Novato - Nivel 2)
Guitarra (Novato - Nivel 11)
Canto (Principiante - Nivel 22)
Composición (Novato - Nivel 5)
Memoria (Novato - Nivel 7)
Piano (Novato - Nivel 11)
Batería (Novato - Nivel 2)
Habilidades especiales:
Voz conmovedora
Políglota
El día del festejo finalmente llegó, y con él, una mezcla de nervios y emoción que no me dejaba estar quieto. Después de un entrenamiento y rápido desayuno, me despedí de mis padres con una sonrisa. Ellos irían en la noche, a la hora de la fiesta.
El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte, pintando el cielo con esos tonos naranjas y rosados tan magníficos. Sin embargo, las sombras aún dominaban las calles, y el aire fresco de la mañana me daba la energía que necesitaba. Corrí por las calles medio desiertas, dejando que el ritmo de mis pasos marcara el compás.
Pero mi rutina matutina se interrumpió cuando, en la distancia, escuché un sonido que no encajaba con el amanecer tranquilo. Eran golpes, y no el tipo que se produce al martillar clavos, sino golpes de esos que hacen eco en el pecho cuando alguien está recibiendo una paliza. Disminuí la velocidad, mis sentidos en alerta máxima. Miré a mi alrededor, tratando de localizar el origen del sonido.
Entonces desde un callejón cercano escuché una voz ronca, molesta, claramente perteneciente a un tipo que no se había levantado de buen humor.
—Ya van varios meses que no cumplen con la cuota de recolección —gruñó el hombre. Por el tono de su voz, quedaba claro que no era más que una secuencia. Ya sabes, uno de esos tipos que hace el trabajo sucio mientras el jefe está cómodamente sentado en su trono.
Otra voz, más temblorosa y familiar, respondió casi suplicando. —Le explicamos la situación al jefe... ¿No pueden darnos más tiempo? —
La secuencia no tenía intenciones de mostrar compasión, obviamente.
—No solo dejaron que la niña en la que el jefe había puesto los ojos se escapara, sino que también dejaron ir al niño.
¿Niña? ¿Niño? Esto estaba tomando un giro raro y desagradable .
—Acaso piensan que el jefe no se iba a enterar? —continuó la secuencia, su tono más amenazante—. El niño que hizo que perdieran a la chica... El jefe lo vio. Dijo que, si lo entregan, perdonará su irresponsabilidad.
No entendía del todo lo que estaba pasando, pero una cosa era clara: esto no era bueno. La mención de un niño y una chica que se escaparon me hizo recordar a algo. Aunque no tenía todos los detalles, las piezas del rompecabezas se iban uniendo. Esa voz la conoció . Pero antes de que pudiera ponerle nombre al dueño, el sonido de otro golpe resonó en el callejón, haciendo que mis pensamientos se disiparan de golpe.
Estaba a punto de dar un paso hacia atrás, pensando en la mejor manera de salir de ahí sin llamar la atención, cuando la realidad me tocó: Estoy en el lugar equivocado y en el momento equivocado.