Se sentía como si estuviese al borde de la locura y yo estaba allí, desconcertada —¡Dilo, Marianne, que no lo has hecho. ¡No has mezclado veneno en mi copa de vino! Finalmente lo dijo y todo lo que oí fue un trueno en mis oídos.
—¿Qué hice? Tú... ¿quieres decir que mi copa tenía veneno en mi boda? —pregunté, ya que no podía creerlo. Esto era tan... ¡No tengo palabras para describirlo!
—Casio, puedo estar loca pero no lo suficiente como para mezclar veneno en mi propia copa el día de mi boda para matarme. Si no hubiera estado contenta con este matrimonio, lo habría rechazado. De hecho, fui yo quien le pidió a mi padre que te propusiera matrimonio —le escupí por la audacia del hombre. ¡Cómo podía siquiera pensar que yo haría eso!
—¿El dolor se te ha subido al cerebro? Estás hablando como una loca —añadí ya que él no dijo una palabra pero continuó mirándome con desconcierto.
Al final, cuando esperaba una disculpa, solo preguntó:
—¿Tu copa?