—¿Estás seguro de que lo que estás diciendo no está al revés? En lugar de venir aquí y acusar a mi esposa, vuelve a casa y ata a tu prometido al poste para que no siga viniendo a ver a mi esposa y molestando a mi familia.
Leland no solía hablar mucho, pero estaba tan molesto por el hecho de que Nicolás llegó antes y ahora también su prometida.
Quería asegurarse de que Karenina recibiera el mensaje y pusiera un límite al rey ya que ella se convertiría en su esposa.
—Tus dos ojos están ciegos por el amor hacia tu esposa. Por eso, no puedes ver lo mala que es la mujer con la que te has casado —replicó Karenina.
—No pongas a prueba mi paciencia.
Leland miraba muy intensamente. Tenía que recordarse a sí mismo no perder el control y aplastar a Karenina hasta convertirla en nada.