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Los chicos se veían muy felices por el cumplido. Luciel levantó su nariz y aulló, seguido por Jan. Pusieron una gran sonrisa en el rostro de Sophie. Era reconfortante. De repente, la habitación pareció llenarse de calidez y felicidad.
Leland sonrió débilmente ante la escena. Se sentía aliviado de que los chicos realmente pudieran levantar el ánimo de Sophie. Lo hacían tan fácilmente, que casi parecía magia. Les dio una palmadita en la espalda a los chicos y también los elogió.
—Lo hicieron muy bien para su edad. Sé que ambos crecerán para ser guerreros feroces y hábiles —dijo.
Luciel estaba extremadamente complacido, siendo elogiado por el propio Alfa, el padre que admiraban y reverenciaban toda la manada.
Se acurrucó contra el regazo de Leland, seguido por Jan. Al ver la escena conmovedora, Sophie se sintió tan bendecida. Estaba agradecida de que sus hijos crecieran con un padre tan cariñoso.