Dylan bajó la mirada para quedar al nivel de la de ella, su otra mano agarró su segundo brazo.
Savannah tembló en su agarre, deseando poder resistirse, y finalmente se permitió encontrarse con su mirada.
—Savannah, parece que te he consentido demasiado. Ahora no tienes idea de cuál es tu estatus o cuál es mi límite. Repito, ¡vuelve ahora mismo! Puedo causarte más problemas de los que vales —amenazó.
Su respiración pesada le llegó a la cara, y ella dejó de luchar al oír su comentario. Casi había olvidado su estatus. Para él, ella no era más que una pequeña mascota que poseía, atada por un acuerdo.
No era su lugar tratar de probar su inocencia. Ahora que él estaba convencido de que ella era la asesina, no había nada que pudiera hacer.
En un instante, su corazón se heló, y ella apartó su mano de él, dando un paso alejándose.
—¡Garwood! —gritó Dylan, y Garwood llegó corriendo.
—¡Tengo piernas y pies, y volveré por mí misma! —dijo Savannah, girándose hacia la puerta del hotel.