—Su Majestad —dijo uno de los doctores, su cuerpo temblaba visiblemente, al igual que sus manos.
El doctor nunca había estado en presencia del Rey y nunca se imaginó que pudiera ser tan intimidante. Temblaba en sus zapatos mientras inclinaba su cabeza en derrota.
—H-hicimos lo mejor que pudimos, pero —el doctor tragó saliva con fuerza—. Pero la Reina está en coma.
Lydia estaba horrorizada. Miró a Adeline conmocionada, su corazón latiendo aceleradamente ante la noticia. La habían apartado y ella había estado de pie al margen, sosteniendo uno de los bebés llorones en sus brazos, mientras que Weston sostenía al otro.
—¿Y cuándo despertará, doctor? —preguntó Lydia, mientras mecía suavemente al bebé en sus brazos, esperando calmarlo.
—¡WAHHH! —gritaron los bebés, negándose a quedarse quietos en sus mantas, mientras pataleaban y empujaban, sus llantos más fuertes que una tormenta.