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—¿Puedo, querida? —preguntó él.
Adeline no entendió lo que él quería decir, pero de todos modos asintió. Su otra mano se entrelazó con una de las suyas, empujándole la muñeca hacia abajo. Sin previo aviso, la mordió en el mismo punto, haciendo que su rodilla se elevara en un tirón.
Esta vez, duró unos segundos y ya había terminado. Besó tiernamente el lugar, la herida desapareciendo al instante.
—Todavía estoy despierto por una vez... —Sintió sus labios curvarse en una sonrisa sobre su piel. Llevó sus manos entrelazadas hacia su boca y besó sus nudillos.
—No puedo permitir que te desmayes tan temprano, ¿verdad? —murmuró contra su piel.