Adeline observó cómo Elías se dirigía hacia el automóvil. Le guiñó un ojo en su dirección y ella apartó la mirada, escondiendo una leve sonrisa.
Ignoró la mirada de disgusto en el rostro de su tía Eleanor, quien estaba descontenta por la muestra pública de afecto. Sin decir una palabra, siguió a su tía y tío hacia el interior de la propiedad, sabiendo que Elías estaba justo detrás de ella, pero quizás en otro lugar y fuera de la vista.
Subieron por la gran escalera y por los pasillos que llevaban al estudio del Vizconde Marden.
—Te has puesto gorda, Adeline —Tía Eleanor pellizcó las mejillas de su sobrina, frunciendo el ceño en señal de desaprobación—. Un bocado más y parecerás un cerdo listo para el matadero. ¿Has estado comiendo demasiado en el castillo? Debes cuidar tu peso.
La sonrisa de Adeline desapareció.