Poco después de su encuentro nocturno, llegó la mañana siguiente. Adeline se despertó sin haber descansado bien, pero lista. No podía sacarse de la cabeza la expresión confusa de Elías. Cuando él tocó su rostro, estaba perdido.
El Rey, orgulloso y arrogante, con una inteligencia inigualable, estaba desconcertado. Ella lo veía reflejado en sus rasgos agudos y apuestos, girando con ira y arrogancia. Sin embargo, toda su compostura había desaparecido.
¿Por qué sería eso?
—No los pantalones —dijo Adeline a sus nuevas criadas del día.
Easton había seguido su sugerencia, pero estaba cambiando de criadas demasiado rápido. Empezaba a olvidar sus nombres. Sería mejor idea tener nuevas criadas semanalmente, para que tuvieran más tiempo para conocer la naturaleza de Adeline.
—Me gustaría llevar este —informó Adeline a las criadas mientras sacaba el atuendo que tenía en mente.