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Wang Wen llevaba puesto un traje y una falda lápiz. Se plantó frente a ellas con frialdad, con una mirada severa y llena de intención asesina.
La secretaria se sorprendió y se levantó temblando. Tartamudeó —Secretaria... Secretaria Wang.
—Si tienes tiempo para chismear, ¿por qué no tienes tiempo para terminar tu propuesta? ¿Has visto lo que has escrito? Hay tantas lagunas y errores por todas partes. Si en tu currículum no dijera que te graduaste de una universidad famosa del país, habría pensado que venías de algún valle montañoso y una analfabeta que no sabe leer —la expresión de Wang Wen era severa. Sus labios rojos eran como una ametralladora, reprendiendo continuamente, reprenda que dejó a la joven secretaria al borde de las lágrimas en el acto.
—Lo, lo siento... —sollozó la joven secretaria y se disculpó, con las lágrimas corriendo por su cara—. Lo haré de nuevo ahora mismo.