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Qiao Mei sabía que para la gente común era mucho más fácil cuidar flores que cultivarlas desde semillas. Para ella daba igual. Sin embargo, esas flores maduras ya habían estado floreciendo durante 10 años y sería difícil explicarlo si de repente mutaban en sus manos. Era diferente si las cultivaba desde semillas. Lo que floreciera de las semillas no tendría nada que ver con ella.
El viejo señor se paró frente a un estante pequeño y miró detenidamente las palabras escritas en las bolsas. Como era mayor, su vista estaba borrosa y se movía mucho más lento que los jóvenes. Los ojos de Qiao Mei se iluminaron cuando vio una etiqueta en el estante. —¡Estas son camellias silvestres!
El viejo señor echó un vistazo en la dirección donde Qiao Mei estaba mirando y dijo:
—Oh, casi me olvido de ellas. Compré esas semillas de un viejo agricultor en el sur. Quiero usarlas para cultivar nuevas razas.