—¡Rafael!
Escuchar su nombre de su boca hizo que él gemiera contra su núcleo y la vibración le enviara descargas de electricidad a través de ella.
—¡Mierda! ¡Sí! —ella gritó de nuevo, olvidando que no estaban en los confines de su habitación.
Él continuó succionándola hasta secarla y eso la hizo llegar al clímax allí mismo. Ella estaba cabalgando las olas del placer.
Cayó de espaldas tomando unas cuantas respiraciones y lo sintió levantarse.
—Desde que te vi volver a esa oficina para tomar tu archivo... quería hacerlo ahí mismo —lo escuchó decir—. Finalmente tuve la oportunidad esta noche. Gracias por tu consentimiento.
Marissa estaba demasiado débil para decir algo. Acostada allí, jadeando salvajemente, podía ver sus labios brillando con sus jugos.
—Sabes muy bien ahí abajo —dijo él besando suavemente ambos muslos. Ella cerró los ojos con una suave sonrisa persistente en sus labios.
La sonrisa se profundizó cuando sintió que él le subía la ropa interior por las piernas.