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—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —Marissa oyó la voz de Joseph cuando estaba recostada en el sofá de la oficina.
—No se atrevió a sentarse en el asiento de Rafael pero disfrutaba de la mirada de sorpresa en las caras de aquellas mujeres.
—Manteniendo los ojos cerrados, sonrió para sí misma —¿A qué vienes aquí, Joseph?
—Acabas de decir que si alguien quiere hablar contigo, debería acercarse a la oficina del Presidente. Me gustó tu confianza —pudo detectar diversión en su voz.
—Espero que no le hayas contado nada de esto a Rafael —abrió un ojo para mirarlo a él que estaba tomando otro sofá frente a ella.
—Le envié mensajes. ¿Por qué? Debería saber lo que sucede en su oficina —se recostó cruzando los brazos detrás de su cabeza.
—Sí —Marissa se incorporó—, pero alguien me dijo que me subiera las bragas de niña grande y enfrentara lo inevitable.
—Joseph chasqueó la lengua —Y ¿quién es exactamente esa persona?