—¿Estás loca? ¿Por qué harías algo así? —Kate solo llevaba puesto un sostén y bragas y sabía que cuando sonó el timbre tenía que ser Amir.
—Amir. Podemos hablar más tarde. Llego tarde al trabajo —ella volvió a su armario y colocó algunas de sus ropas en la cama.
—¿Tarde al trabajo? ¿Por qué diablos hurgaste en mis cosas? Eran mis cosas personales y tú... casi robas mi archivo de propiedad.
Kate estaba aburrida de esta situación. Sus ojos estaban hinchados, y ni siquiera estaba decentemente vestida. Los shorts rotos y el sando que llevaba olían mal.
—Cariño. Lo discutiremos después —ella le besó la mejilla y cerró la puerta del baño detrás de sí.
Él abrió su refrigerador y sacó un frasco de mermelada de fresa. Sentado en la barra comenzó a untar la dulce y pegajosa delicia en el pan. Estaba furioso.
¿Cómo se atrevió Kate a pensar que podría tomar decisiones sobre su propiedad en su nombre? Ella era su prometida. No su dueña o esposa.