—Mamá, ¿cuándo vendrá papá? —preguntó Zade cuando Amanecer lo arropó para dormir. Se acostó junto a él y acarició su mejilla. Sus ojos lucían somnolientos.
—Papá no vendrá... —Amanecer sintió un pinchazo en su corazón, pero no quiso endulzar ni mentirle. No sentía que fuera lo correcto.
Zade abrió los ojos, frunció los labios porque no estaba de acuerdo con ella. —Papá vendrá.
Amanecer tomó una profunda respiración, por un momento, no supo qué decir ante esa respuesta tan determinada, pero observó cómo finalmente el sueño lo vencía y la respiración de Zade se volvía uniforme.
—Yo también lo espero, cariño. No deseo otra cosa que él también regrese a casa. —Amanecer besó la frente de Zade. Luchó contra sus lágrimas, pero al final, perdió.
Amanecer lloró toda la noche en silencio. Quería creer que Cenit regresaría, pero era tan difícil aferrarse a esa esperanza cuando sabía que nunca sucedería.
Realmente esperaba que lo que Zade dijo fuera cierto.