—Oye, no me digas que ya te estás arrepintiendo —comentó Blaise, sus dedos tocando suavemente la marca en mi hombro izquierdo, provocándome un escalofrío de placer que me recorría. Mi piel se sentía sensible, cada nervio ardía.
Sus palabras sonaban despreocupadas, pero podía sentir el destello de preocupación oculto bajo su tono. Más que eso, podía sentir su inquietud retumbando en mí como si fuera mía propia, gracias a nuestro recién establecido vínculo de compañeros.
¿Así es como funcionan los compañeros destinados? Me preguntaba si él también podía sentir mis emociones. Quizás por eso estaba preocupado.
—No, jamás podría arrepentirme de aparearme contigo —dije, mirándolo rápidamente.