—Beatriz sonrió mientras él sacaba un surtido de ensaladas pre-hechas y una gran bolsa de aluminio. ¿Es esta alguna especie de regla de la casa Niarchos? —bromeó ella.
—Él sacó una botella de vino frío con un ademán teatral, sonriendo. ¿Y quién se queja ahora?
—Yo no —respondió ella con una risa.
—Él volcó la bolsa, y platos de papel, vasos de plástico, servilletas, tenedores y un abridor de botellas se desparramaron sobre la manta.
—Lo pensaste todo —dijo ella, impresionada. Intentó sonar apologetica pero no pudo esconder su alegría. Él lucía tan orgulloso de sí mismo, como un niñito que acaba de recibir puros As.
—Mientras él se concentraba en abrir el vino, Beatriz se inclinó hacia adelante sobre sus rodillas y colocó sus manos en su hombro. Cuando él levantó la vista, ella posó sus labios sobre los de él. El beso fue suave, lleno del amor que había estado creciendo en su interior.