—¿No has extrañado también a tu hermano? —Matteo sonrió y le despeinó cariñosamente el cabello.
—¡Claro que sí, hermano! —Beatriz también lo abrazó.
Remo estaba allí parado, observando la interacción, con el rostro inexpresivo.
—Oye Remo —dijo Beatriz sonriéndole, pero se le borró la sonrisa cuando él no le devolvió la sonrisa.
El corazón de Beatriz no pudo evitar hundirse.
—¿Por qué carajo tienes esa cara?! —Él rugió, frunciendo el ceño.
Beatriz parpadeó, un leve sonrojo tiñendo sus mejillas.
—¿No me digas que ese bastardo te ha maltratado tanto que ni siquiera puede darte una comida decente? —Remo caminó hacia ella y le agarró la mano mientras le echaba un vistazo de arriba abajo.
—He estado realmente ocupada aprendiendo a manejar una casa —respondió Beatriz, tratando de desviar la pregunta.
—Mentiras. Ahora estás en puros huesos. ¿Qué, tu prometido te puso en alguna dieta loca o algo así? —Beatriz se estremeció ante la acusación en la voz de su hermano.