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Punto de vista del narrador
La diosa de la luna bajó su cabeza, sus ojos llenos de lágrimas contenidas. —¿Importa? —susurró.
—Para mí sí —dijo Kragen sin emoción—. ¿Por qué viniste realmente aquí?
—Yo... te extrañé, Kragen —sonrió a través de las lágrimas que le rodaban por las mejillas—, extrañé nuestras peleas, y que irrumpieras en mi oficina varias veces al día para hacer demandas poco realistas —se rió—. Sobre todo, realmente te extrañé. ¿Es tan difícil de creer? —preguntó cuando vio incertidumbre parpadear en las facciones de Kragen—. ¡Eres mi hijo, Kragen... a pesar de nuestras diferencias... te amo!.