Thane Drogos
Ver a Evie romperse bajo mis manos fue lo más hermoso que jamás haya experimentado. Acostado en mi cama, con la mandíbula floja y los ojos muy abiertos por el asombro. Su pecho subía y bajaba rápidamente como si necesitara recuperar el aliento.
Me senté de rodillas y la vi bajar de su altura.
La cama parecía húmeda por la ráfaga de su orgasmo. El sabor contra mis labios. Quería saborearla de nuevo, lamer todos los rastros de su clímax hasta que volviera a gritar. Quería hacerla venir repetidamente hasta la mañana.
Una punzada de posesividad calentó mi sangre. Quería que cada experiencia sexual con cualquier otro hombre palideciera en comparación con la forma en que jugaba con su cuerpo con mis manos. Quería hacerlo de nuevo. Verla era absolutamente embriagador.