Ari corrió por el bosque tan rápido como pudo, dirigiéndose hacia quién sabía dónde. Recordó que había un camino que llevaba de vuelta al pueblo, y tenía que encontrarlo. No podía seguir la playa; nunca llegaría a casa.
Casa. Una pequeña palabra con mucho poder. Mientras corría, lo único en lo que podía pensar era en Grayson y en volver a casa, a su casa juntos, en el castillo. Entonces se cayó, tropezando con una raíz que sobresalía del suelo, pero se agarró con las manos. Se levantó y empezó a correr de nuevo. Después de un rato, miró detrás de ella para ver si alguien la seguía... y se topó con algo. Cuando levantó la vista... era Piers.
—¡No! —gritó con todas sus fuerzas, y sus rodillas se doblaron bajo ella. Pero, para su sorpresa, él la atrapó entre sus fuertes brazos.
—¡Silencio! —dijo Piers, llevándose un dedo a los labios.
—Alto ahí —cuando levantó la vista y vio que Grayson sostenía una pistola, su corazón dio un salto de alivio y alegría.
—¡Grayson!