Nicolás corre hacia la derecha dando todo de si mientras yo lo hago hacia el lado contrario enfocándome en pasar desapercibido. Las hordas de cristalizados actúan como si fueran una manada que comparte una sola conciencia, en cuanto uno de ellos se percata del más mínimo ruido, todos los demás lo siguen, arrasando con todo a su paso.
A lo lejos, un brillo cegador acompañado de una estruendosa explosión son la señal para iniciar con el plan.
La horda reacciona al instante, sus torpes y lentos pasos no tardan en convertirse en largas zancadas. Todos los cristalizados parecieran moverse al unisonó dejando la entrada al taller casi desierta.
Para cuando se alejan lo justo y necesario ya estoy frente al enorme portón corredizo. En un primer intento de empujarlo este se siente inamovible, pero en cuanto me planto con fuerza en el suelo y doy todo de mí, este empieza a ceder.
Los rieles, en un estado deplorable por la falta de mantenimiento, no solo hacen el trabajo más difícil, sino que emiten unos rechinidos insoportables atrayendo atención no deseada. Un cristalizado sale del interior, tan enrabiado que pareciera entender lo que estoy haciendo. Reacciono con rapidez a sus ya predecibles patrones de ataque, por lo que lo derribo sin problemas y atravieso su pecho mientras está en el suelo. Dos más salen como refuerzos, pero gracias a sentido sísmico ya era consciente de ellos. Las bandas de caucho que descansan en mi antebrazo se ven rodeadas por la piedra y en cuestión de segundos tengo listos dos cañones ballesta ya cargados. Al disparar a tan corta distancia mi puntería es perfecta, dejando a ambos en el suelo. Corro hacia sus cuerpos inmóviles y doy el golpe final, pero al dar un vistazo al interior… la cantidad de cristalizados que no se vieron atraídos excede por mucho lo que previmos en un inicio.
Están rezagados en una esquina de manera antinatural, pareciera que notan mi presencia pero se mantienen estoicos ante ello, no es hasta que me apresuro en intentar cerrar el portón que algunos de ellos intentan venir a por mí, no obstante, es muy tarde, logre mi cometido.
Busco a Nicolás con la mirada ignorando los intensos golpes desde el interior… o al menos eso intento hasta que se me pone la piel de gallina al escuchar un crujido metálico. Me doy media vuelta solo para ver los rieles cediendo poco a poco.
Por puro instinto recargo todo mi peso contra el portón en un inútil intento de que no se venga abajo.
Pongo mi mente en orden para hacer un plan, sin embargo, en mi tímpanos retumba "ese" grito gutural varias veces más fuerte y doloroso que la granada aturdidora de hace unos minutos. Es tan intenso que por un segundo siento como si me cerebro se apagara, todo se vuelve borroso y para cuando menos me doy cuenta estoy en el suelo apretando mi cráneo para que no se parta en dos.
—¡Vamos! ¡Arriba! —me reincorporo con la ayuda de Nicolás, a quien ni siquiera note llegar.
—Hay un maldito… aullador ahí dentro… —balbuceo aun sintiendo pulsaciones de dolor en mis sienes asi como un pitido incesante en mis tímpanos.
—Créeme que lo escuche, el plan del cebo se vino abajo.
—No es lo único que se vendrá abajo… —respondo señalando el tambaleante portón.
—¡Carajo! —maldice alternando sus ojos entre el problema frente a nosotros y a la horda que viene de regreso ante el llamado del aullador—, ¡No perdamos tiempo! ¡Haz lo que yo!
No se detiene a darme explicaciones, solo se pone manos a la obra atrancando el portón a la pared y al suelo con incrustaciones de piedra, respondo imitándolo de la mejor forma posible bajo la presión de que en un minuto tendremos a la horda sobre nosotros.
—¿¡Ahora que!? —pregunto al terminar.
—¡Plan B! ¡Sígueme! —damos la vuelta al taller encontrándonos con unas escaleras exteriores que dan al segundo piso—, ¡Tendrás que cubrirme en lo que fuerzo la entrada!
—¿¡Que!? —replico al ver la robusta puerta metálica protegida también por una reja que clama poder abrir.
—¡Solo confía! —me refuta mientras subimos.
Los cristalizados son torpes cuando se trata de subir escalones, pero cuando se amontonan terminan cayendo uno sobre otro convirtiéndose en una rampa para los que tienen detrás. Que esto sea intencional o no es un misterio, lo que tengo seguro es que hace a las hordas más aterradoras y peligrosas.
Con lanzas en ambos brazos hago retroceder a todo el que se acerca, ni siquiera me enfoco en lastimarlos, solo en hacerlos perder el equilibrio y mantenerlos a raya.
—¡No podre con ellos mucho más tiempo! —le advierto.
—¡¡Abajo!!
Solo alcanzo a ver de reojo la reja que sostiene sobre su cabeza listo para lanzarla. Lo obedezco sin rechistar solo para ver como derriba a varios y obstruye las escaleras al mismo tiempo.
—¿Cómo rayos…? —observo estupefacto el marco de la entrada del cual arranco la reja por completo.
—Todo tiene su punto débil —responde mientras crea una delgada placa de piedra en la punta de su dedo, procede a meterla entre las bisagras para finalmente empezar a engrosarla, deformando el metal como si fuera plastilina—. ¡Listo! ¡Entra, entra!
Esta vez Nicolás no usa la puerta como arma, inmediatamente la vuelve a poner en su lugar, saca otro cristal de su bolsillo y empieza a crear piedra alrededor de la puerta para fusionarla con la pared, muy parecido a lo que hicimos con el portón pero esta vez asegurándose de que sea impenetrable.
—Tomando en cuenta que… el aullador nos tomó por sorpresa… las cosas salieron mejor de lo esperado —tras unos minutos, ambos estamos desplomados en el suelo intentando recuperar el aliento.
—Si… solo si no tomamos en cuenta que hay un horda afuera que tomara quien sabe cuánto tiempo en despejarse —le respondo sin apartar la vista de las puertas distribuidas por el pasillo que se extiende delante de nosotros—, también está el hecho de que estamos encerrados con quien sabe cuántas de esas cosas.
—Si lo ves desde otro punto de vista… —dice mientras golpetea el suelo para sentir las vibraciones—, los cristalizados son los que están encerrados con nosotros.
—Es una manera interesante de verlo —me rio ligeramente mientras me levanto y después le tiendo una mano al verlo aún bastante agotado—, ¿Está bien?
—He tenido mejores días —contesta ya de pie—, fue una extenuante distancia la que tuve que correr.
Nos preparamos para despejar el lugar, me quedo en la retaguardia creando un nuevo cañón en cada brazo y Nicolás se mantiene al frente aprovechando su armadura de cuerpo completo. Con este combinación esto será pan comido… eso espero.
—¿Listo?
—Totalmente —respondo con confianza al terminar el nuevo modelo: La carabina ballesta.
A diferencia del cañón, esta versión es más pequeña, pero lo principal es que tiene añadidas dos pequeñas palancas en el exterior, una para tensar y otra para rotar las bandas de manera manual. En principio puede sonar contraintuitivo, pero a cambio de sacrificar un poco de potencia y la recarga automática, puedo aumentar mi cadencia de disparo si recargo por mi cuenta. El mayor inconveniente es que el diseño lleva al límite la resistencia y durabilidad de las bandas dado que se someten a una tensión de manera más abrupta. El plan es compensarlo alternando entre las dos carabinas ballesta para no quedar indefenso cuando, tarde o temprano, una falle.
En general es un intercambio de daño por velocidad, algo mucho más efectivo a cortas distancias y en entornos cerrados, especialmente en este caso, en el que me debo centrar en solo causar el suficiente daño para crear una apertura para que Nicolás de él golpe final.
Nos acercamos a la primera puerta, al abrirla somos recibidos por un par de cristalizados que arremeten contra nosotros. Dos disparos en el pecho de uno de ellos lo hacen caer, mientras que el otro ve su final en cuestión de segundos a manos de Nicolás. En un uno a uno, no tienen oportunidad contra él. La falta de potencia en las nuevas ballestas se hace evidente cuando el primer cristalizado se recupera en nada de tiempo, no obstante, un certero disparo en medio de su cráneo lo lleva al suelo donde recibe el golpe de gracia.
Sin lugar a dudas, esta es la combinación definitiva para exterminar cristalizados.
Nos adentramos a las demás habitaciones con la misma estrategia hasta despejar toda la segunda planta sin siquiera recibir un rasguño, no obstante, pese a que es la mejor situación posible y deberíamos estar desbordando de confianza… no somos capaces de liberarnos del ominoso e inquietante sentimiento que provoca la inusual ausencia de ruido desde la planta baja, después de todo, tras cerrar el portón en su cara y el alboroto que hemos hecho aquí arriba uno esperaría que mostraran un mínimo de alteración.
—¡Sabia que encontraríamos aquí! —celebra Nicolás entusiasmado.
—¿Qué cosa?
—La refacción más importante que necesitábamos —responde mientras le sacude el polvo—, aún faltan otras cosas, pero esta era la más difícil de conseguir, la que realmente me tenía angustiado.
—Una preocupación menos —respondo mientras le doy una inspección confirmando que está en buen estado—, pero ahora tenemos que bajar donde está el aullador y ese… grupo extraño que lo rodeaba.
—Lo se… hay que ser precavidos —me indica tras pensarlo unos segundos—, variaciones en el comportamiento de los cristalizados no suele ser una buena señal… es signo de…
—¿De qué? —le pregunto intrigado ya que no termina su frase.
—No me hagas mucho caso, puedo estar dándole demasiadas vueltas —contesta sacudiendo la cabeza—, no obstante, será imperativo tomar precauciones y analizar la situación antes de actuar de manera temeraria.
—Quizá sería un buen momento para que se quite esa careta, no creo que la iluminación este de nuestro lado allá abajo.
—¡Hombre precavido vale por dos! —espeta mientras infla el pecho y se ríe un poco— conmigo en la vanguardia y contigo en la retaguardia es mejor que yo llevo una buena protección.
—Supongo… —intento disimular el desánimo que me causa el sentir que va a tales extremos por mi falta de habilidad para cubrirlo.
Nos acercamos con precaución a las escaleras que llevan al piso de abajo, esperábamos encontrarnos con un grupo de ellos amontonados e intentando subir, en cambio, unas escaleras despejadas y ninguna señal de cristalizados es lo que tenemos en frente.
—Derribaron el portón y huyeron… o están planeando una emboscada —Nicolás bromea pero no le encuentro mucha gracia, se me hela la sangre con solo pensar esa posibilidad—, tranquilo, es improbable que sean capaces de coordinarse para algo asi.
—Reitero en que la suerte y las probabilidades no han estado de nuestro lado desde hace mucho.
—Pues a mal paso darle prisa —contesta aparentando tranquilidad.
Lo sigo con un sentimiento de inquietud en mi interior, el cual, aunque él no lo exterioriza, también comparte, esto se hace aún más evidente cuando llegamos a la mitad de las escaleras y empieza a bajar cada escalón con extremo cuidado y sigilo.
—No hagas movimientos bruscos… —me susurra una vez en la planta baja y tras dar un vistazo al interior del taller.
—¿Qué pasa…? —pregunto moviéndome detrás de él para también poder ver.
Solo unos pocos rayos de luz que entran por las aberturas en lo alto del portón iluminan el lugar. Se alcanza a ver un completo desorden: herramientas y piezas desperdigadas por doquier, estanterías destrozadas y manchas en el suelo que son muy difíciles discernir si se trata de sangre o aceite, no obstante, lo que se roba por completo la atención de ambos es el cumulo de cristalizados en la esquina del fondo.
Están aún más arremolinados y quietos que cuando los vi desde afuera. Se mantienen hombro con hombro sin dejar espacio entre ellos, casi paralizados, es como si fueran verdaderas estatuas.
—¿Puedes dispararle a uno? —me pide Nicolás en voz baja.
—No creo que sea buena idea…
—Si reaccionan, recularemos al segundo piso —argumenta pero con un tono preocupado—, es mejor opción que acercarnos.
No tenemos un mejor plan, por lo que modifico una de las ballestas en la versión de cañón para hacer un disparo más certero. Activo pulso firme y apunto hacia una de esas cosas.
El ruido del cañón rompe el silencio y es precedido por el sonido del impacto tanto del proyectil en el cráneo de un cristalizado asi como del consecuente desplome de su cuerpo contra el suelo.
Me preparo para correr hacia las escaleras ante el inminente ataque conjunto de todo el grupo… pero no hay reacción alguna.
—¡Alto! —detengo a Nicolás tomándolo de la muñeca cuando lo veo dar un paso hacia adelante—, algo no está bien…
—Lo se… pero no podemos solo quedarnos mirando.
—Sigamos atacando a distancia.
—Eso no servirá —responde a la vez que señala al cristalizado que empieza a intentar levantarse—, no hare nada estúpido, pero tenemos que descubrir que los tiene asi.
—Debe ser el aullador.
—Nunca había visto a uno hacer algo similar, si ese es el caso… es mayor razón para acabarlo cuanto antes.
—Solo… retroceda ante el mínimo peligro —me resigno y lo suelto, recargo ambas carabinas ballesta y apunto al grupo—, lo cubriré lo mejor que pueda.
—Cuento con ello.
La tensión escala hasta el techo, con cada paso que da. Me es más difícil mantener la habilidad de pulso firme con cada segundo que pasa, pero no puedo permitir que mi puntería flaquee, debo estar atento ante el más mínimo…
¡Movimiento!
Es por una fracción de segundo, pero por el rabillo del ojo creo ver una sombra que se mueve en la casi completa oscuridad del lado del portón.
Todo mi cuerpo se tensa, en un instante mil pensamientos pasan por mi mente.
¿Qué fue eso?
No debo distraerme.
¿Fue algo real?
Debo cubrir a Nicolás.
¿Es una emboscada?
Los cristalizados no son inteligentes.
¿No lo son?
Es improbable que…
—¡A su izquierda! —rompo el silencio en el momento en que logro volver a divisar esa sombra, esta vez de manera más clara, revelando que se trata de un cristalizado… y no de uno normal, sino uno con esa tétrica boca que solo trae problemas.
Disparo ambas carabinas, pero, al moverse con una asombrosa e inusual agilidad, las esquiva sin problemas.
—¿¡Que!? —exclama Nicolás poniéndose a la defensiva viendo en todas direcciones—. ¿Dónde?
—¡En el portón! —respondo mientras recargo las carabinas en unos pocos segundos sin perderlo de vista.
Nicolás solo mira de un lado al otro sin encontrar al cristalizado, que, pese a ser escurridizo, su silueta debería ser más que visible aun con la tenue ilumina…
¡Eso estúpidos lentes oscuros!
Maldigo dentro de mí su necedad de no querer quitárselos, sin embargo, al ver como esa cosa hace el amago de aullar dejo todo de lado. Si lo logra estaremos en aprietos.
Sin pensar en los riesgos mis piernas arremeten en su dirección mientras recubro mi brazo de piedra, tengo que hacer algo antes de que haga entrar en frenesí a los demás.
El aullador nota mi presencia e intenta retroceder de inmediato, en respuesta, disparo la carabina izquierda que gracias a haber acortar la distancia, le atino en una pierna haciéndolo trastabillar.
Con eso logro ganar suficiente ventaja para alcanzarlo, pero en vez de intentar aullar como último recurso, alza su brazo para atacarme, es la apertura que necesitaba para atravesar su pecho tras bloquear un simple…
Algo me toma del cuello de la camisa y con una gran fuerza me derriba hacia atrás. La confusión solo aumenta al ver la afilada guadaña de piedra que pasa a unos escasos y atemorizantes centímetros de mí cara.
Caigo al suelo y me reincorporo tan rápido como me es posible, intentando ignorar el hecho de que casi veo mi vida pasar frente a mi ojos y que mi cabeza sigue sobre mis hombros gracias a Nicolás, quien yace de pie a mi lado.
La enorme guadaña aterriza en el portón creando un agujero por el cual entra suficiente luz para ver de manera más clara al cristalizado que tenemos en frente. Su enorme boca pasa a segundo plano una vez que noto sus realmente largos y multi articulados brazos que terminan en un par de guadañas… las cuales acaban de demostrar lo afiladas que son.
Nunca había visto uno, pero estoy seguro… Es un segador.
El gruñido de dolor de Nicolás me devuelve a la realidad, en el suelo, yace media careta, por lo que de inmediato alzo mi vista hacia su rostro. Con un certero y limpio corte transversal, esa cosa rebano la piedra que cubría su cara como si fuera mantequilla, dejando tras de sí, una herida lo suficientemente profunda como para teñir su rostro de sangre en un par de segundos.
—¡Nicolás! —exclamo aterrado.
—¡Es solo superficial! —refuta inmediatamente sin bajar la guardia—, ¡Retrocede de…!
Es interrumpido por el aullador, este emite una especie de chillido que no había escuchado antes, ante el cual, los demás cristalizados reaccionan, pero no entrando en frenesí, sino de manera… ¿Organizada?
La mitad corre hacia el origen del llamado y lo protegen creando una barrera, mientras que los demás se abalanzan sobre nosotros, actúan con una torpeza inusual, pero al ser superados en números nos vemos abrumados al instante.
—¡Huyamos! —me ordena Nicolás manteniéndolos a raya con dificultad.
Un segundo chillido resuena llamando a los cristalizados del exterior para que intenten entrar a la fuerza y en vez de solo golpear el portón salvajemente, lo embisten coordinados entre si… algo que no tarda en mostrar efectividad.
—¡No podemos solo retroceder! —replico viendo como los rieles del portón empiezan a ceder.
—¡Marco! ¡Hazme caso! ¡Nos retiramos!
Doy un paso hacia atrás… Nicolás tiene razón, no solo son demasiados, sino que con el aullador liderándolos se convierten en un riesgo difícil de calcular, sin siquiera tomar en cuenta que con esas guadañas…
Espera ¿Por qué el aullador no intenta venir por nosotros?
Me detengo en seco, mis ojos se posan en el origen de este problema… nuestra mayor amenaza se esconde tras los cristalizados.
Acaso quien nos está poniendo en jaque… en realidad esta… ¿Asustado?
—¡Sube! ¡Voy detrás de ti!
—No… —me niego mientras recargo las carabinas—, no somos nosotros quienes estamos encerrados.
—¡Marco! ¡No!
Hago caso omiso de sus palabras, respiro profundamente y en vez de retroceder arremeto hacia delante. Activo Instintos de Guerrero e intento acortar la mayor distancia posible para tener una línea de disparo certera.
Paso de largo a los torpes cristalizados sin siquiera recibir un rasguño y cuando encuentro el ángulo correcto disparo sin vacilar.
Sus reflejos son casi impecables, pero aun asi logro atravesar su hombro, en principio no hace mucho daño, pero parece hacerlo entrar en pánico.
Me preparo para hacer un segundo ataque, pero tras emitir un ruido extraño un cristalizado se interpone entre los dos, recibiendo el impacto en su lugar.
Con una segunda ronda de proyectiles listos busco el ángulo correcto y vuelvo a atacar. Otro cristalizado se sacrifica, no obstante, previendo esto, el segundo disparo lo hice en el momento perfecto para que pasara desapercibido tras el primero.
Una parte de la cabeza del aullador se hace polvo al recibir el proyectil. No sé si es el shock o por su efectividad, pero se queda completamente paralizado.
¿Fue suficiente daño para neutralizarlo?
El aullador responde mi pregunta al emitir un gruñido que golpea mis tímpanos con una intensidad sin igual.
Me niego a ser doblegado por el dolor que retumba en mi cráneo, lucho por disparar una vez más… pero al alzar la vista la escena que veo es tan extraña como escalofriante, no se trata de un llamado sino de un grito de pánico, parece verse consumido por el terror.
Sus brazos, ya de por si largos, se logran extender más, lo cual, en conjunto con sus movimientos veloces y erráticos, dan como resultado un par de guadañas casi imperceptibles al ojo humano destrozando todo a su alrededor: el techo, las paredes, el mobiliario, inclusive los cristalizados que lo protegían se ven reducidos a polvo, dejando tras de sí el suelo tapizado de cristales.
—¡Ahora si tenemos que retroceder! —grito a todo pulmón en un intento de que mis palabras no sean opacadas por el chillido.
—¡No! ¡Ahora tenemos una oportunidad! —replica Nicolás.
—¿¡No podemos estar de acuerdo por una vez!?
—¡Ahora está solo y actuando precipitadamente! —argumenta sin hacerme caso— ¡Ahora es el momento para dar el Plus Ultra!
Dudo un poco de su cordura, pero estando en una carrera contrarreloj con los cristalizados de allá afuera no hay mucho tiempo para discutir.
Mientras refuerza la piedra que lo protege, Nicolás empieza a indicarme el improvisado plan que tiene en mente, bastante bueno para ser algo de último minuto. Una vez terminada su breve explicación no hay tiempo para preguntas o aclaraciones, arremete hacia el cristalizado confiando su vida en mi… claro, también en la armadura digna de un juggernaut que logro crear en tiempo récord.
Solo una persona como él podría haberse percatado de la apertura en el flanco izquierdo del aullador, causada por la estaca de piedra aun incrustada en el hombro de dicho lado, que, para nuestra suerte, restringe su movilidad de manera parcial.
Énfasis en "Parcial".
—¡Nicolás! —grito asustado al verlo recibir un golpe de tal magnitud que hace polvo una parte de su armadura y lo lleva al suelo.
—¡No te distraigas, apégate al plan! —contesta de inmediato mientras vuelve a avanzar sin mostrar temor—, ¡Concéntrate en tu Magnus opus!
Redirijo mi enfoque en terminar esta nueva creación que me encargó, parte esencial de su plan y que de fallar significara problemas serios.
Desde aquí puedo ver como el cansancio y el dolor están empezando a cobrar factura en su cuerpo, pero aun asi se las arregla para lograr una hazaña sobrehumana: interceptar el brazo izquierdo del aullador, el mismo que me era difícil ver por su velocidad.
Aunque al decir "interceptar" me refiero a recibir de lleno un golpe en un costado, para luego sostenerlo con suficiente fuerza para no dejarlo ir. Parte de su armadura es destruida en el proceso, pero el hecho de que Nicolás pueda mantenerse de pie tras ello demuestra su eficacia.
—¡Aquí bastardo! —espeta mientras jala el brazo del aullador haciéndolo caer al suelo para luego arrastrarlo en mi dirección.
Al ser consciente de la situación, el cristalizado responde de inmediato poniéndose de pie con una agilidad envidiable y alzando su otro brazo para contratacar, pero para este punto ya estoy listo para hacer mi parte: recibir el ataque más letal al que me he enfrentado.
Levanto mi brazo derecho con la colosal garra de piedra que cree haciendo uso de los últimos cristales que teníamos. Es la creación más pesada, densa y poderosa que he hecho, todo con el objetivo de vencer a esas guadañas.
El impacto retumba en todo mi cuerpo, múltiples grietas se forman en la estructura, pero la guadaña fue incapaz de atravesar la garra por completo.
—¡Ahora!
A su señal ambos damos el "Plus Ultra", dedicamos todo nuestro esfuerzo en un ataque en conjunto con el que destruimos sus muñecas al unisonó, despojándolo de ambas guadañas y que, al no contar con colmillos por ser un aullador, lo deja completamente indefenso.
En un último intento de salvarse, tal cual como predijo Nicolás, se prepara para aullar una vez más, por lo que con el cañón ballesta, que previamente cree en mi brazo izquierdo, apunto directo a su garganta, convirtiendo su intento de aullido en un simple grito ahogado.
Todo va de acuerdo al plan… hasta que siento como mis pies dejan de tocar el suelo. En una demostración de poder abismal lograr alzarnos a ambos como si fuéramos muñecas de trapo para después arrojarnos por los aires en dirección del pasillo que daba al segundo piso.
—¿Qué carajos fue ese...? —con su armadura cayéndose por partes Nicolás se pone de pie primero que yo, pero se queda mudo al instante. Alzo la vista antes de siquiera intentar reincorporarme, esa cosa debe estar por…
No tardo en comprender la causa de su silencio, es imposible no quedar perplejo al ver una escena tan… escalofriante: con los restos de sus brazos extendiéndose por el suelo, el aullador barre el lugar, acercándose los cristales que estaban desperdigados hacia sí mismo.
La cosa más terrorífica que puede mostrar un cristalizado no es un gran tamaño, velocidad, fuerza… ni siquiera las garras o guadañas más afiladas.
Es inteligencia.
Un cristalizado capaz de esconderse, de emboscar, de protegerse, representa el mayor peligro… pero esto es un nivel más allá, está demostrando una inteligencia y capacidad para usar cristales… eso es algo que transciende nuestros peores temores.
Lo núcleos emiten un intenso brillo morado una vez que están amontonados a sus pies, es tan cegador que nos obliga a apartar la mirada por unos segundos. Esto nos devuelve a la realidad… pero aun asi, somos incapaces de mover un musculo.
El brillo se desvanece paulatinamente dejando tras de sí una criatura completamente distinta, es más alto, robusto y con un par de guadañas el doble de grandes, y robando la atención, en su pecho sobresale un estúpidamente descomunal núcleo que se extiende como raíces a lo largo y ancho de su cuerpo.
Podría jurar que el cristalizado esta tan confundido como nosotros, mueve sus extremidades con suma delicadeza y a la vez curiosidad.
—¿Qué… que es eso…? —pregunto con temblor en mi voz al ponerme de pie.
—No lo sé…
Sin saber muy bien que hacer, apunto con el cañón ballesta y disparo directo hacia su núcleo expuesto… pero el proyectil no le hace ningún rasguño pese a dar de lleno en lo que se supone que es su punto débil.
El… ¿Aullador? Apenas y reacciona, solo redirige su mirada hacia nosotros sin mostrar el más mínimo indicio de lo que piensa.
—Debemos huir…
—En efecto… esta vez concordamos.
Como si pudiera entender nuestras palabras esa cosa hace un brusco movimiento con su brazo. Escucho primero el retumbar del golpe seco antes que siquiera percatarme de que su guadaña ya está clavada en la pared detrás de nosotros.
No solo su velocidad alcanzo un nuevo nivel, sino que fue un ataque con la suficiente fuerza como para atravesar una pared de hormigón.
—¡Corre! —Nicolás me hace reaccionar jalándome del brazo.
Ambos intentamos huir hacia las escaleras aprovechando que parece ser incapaz de desatascarse de la pared, sin embargo, nuestro camino es bloqueado por su otra guadaña que por poco nos rebana.
Activo tiempo bala al momento en que, con el rabillo del ojo, veo su primera guadaña liberarse. Tacleo a Nicolás salvándolo de otro intento de esa cosa de empalarnos.
Recibir uno solo de esos ataques seria letal, pero al menos parece ser un poco torpe, casi como si fuera incapaz de controlarse bien, pero la pregunta es…
¿Cuánto tardara en lograrlo?
—Haz un cañón de embolo —me ordena Nicolás sin entrar en más detalles.
—¿¡Que!?
—Yo distraeré a esa cosa —dice sin despegar su mirada del cristalizado con un tono serio y centrado.
—¿¡Esta demente!?
—En lo absoluto, demente seria seguir tentando a la suerte como ahora, además, está claro que no sabe controlar tales extremidades, a cortas distancias probablemente será peor en ello.
—¿Cómo puede estar seguro?
—No puedo… pero es nuestra única oportunidad.
—Entonces… ¡Yo le ganare tiempo! Tengo mejores reflejos y la habilidad de Tiempo…
—No —interrumpe mis palabras asi como el paso que ya había dado al frente con un tono firme—, tú ya tienes la estructura de la garra que hiciste previamente, moldearla en un cañón te tomara menos tiempo.
—Pero… —ni siquiera me da la oportunidad de contestar algo, en cuanto termina su oración corre directo hacia el cristalizado—, ¡Carajo!
Maldigo con frustración el que Nicolás, quien tiene más que perder, sea quien salte directo a las fauces del lobo.
El aullador demuestra tener problemas para responder al imprudente pero efectivo acercamiento directo, es como intentar usar látigos contra un boxeador que tienes en tus narices, no obstante, logra equilibrar la balanza con su descomunal fuerza.
Con solo un toque lo derriba y estrella contra el suelo, acto seguido, intenta cercenarlo de un tajo, pero este logra esquivarlos de pura… no sé, quizá suerte, reflejos sobrehumanos o favor divino.
Aparto la mirada para poder concentrarme en el cañón de embolo, el cual empieza a tomar forma a gran velocidad, principalmente gracias a solo tener que remodelar la piedra que ya tenía en mi brazo.
No permito que la confianza me haga perder el ritmo, me enfoco por completo en acelerar el proceso lo más posible, cada segundo cuenta, cada instante puede marcar la…
—¡¡¡Marco!!! —un grito lleno de pánico me hace alzar la mirada con el temor de ver una escena que no quiero presenciar… pero en cambio, lo que veo frente a mis ojos, es al cristalizado a escasos metros de mi… y sus guadañas a una distancia aún más amenazante.
Mucha sangre brota de mi hombro izquierdo, pero al menos aún conservo todas mis extremidades y sobre todo… mi vida. Una vez más, Tiempo Bala ha demostrado ser una de las principales razones por la que aun sigo en la tierra de los vivos.
Logro retroceder sin sucumbir ante los efectos secundarios de la habilidad mientras Nicolás logra ganarse de nuevo la atención del aullador… pero aun asi, no logro tranquilizarme.
¿Por qué vino hacia mí?
Mi pregunta es respondida al instante que el cristalizado se quita de encima a Nicolás con un golpe que lo estrella contra la pared. En vez de siquiera intentar acabar con él, otra vez centra su atención en mi… No… lo hace en el cañón de embolo. Es capaz de entender que en esta situación, esta cosa es su mayor amenaza.
Recibo una lluvia de ataques, todos con la intención de partir en dos ya sea a mi o al cañón, en cualquier caso, en ambos escenarios terminare muerto si lo logra.
Las pequeñas, y no tan pequeñas, heridas empiezan a acumularse en mi cuerpo y a afectar mis movimientos, además, a Nicolás le es imposible quitarme al cristalizado de encima, por lo tanto, no logro terminar el cañón que ya casi estaba completo.
—¡Bastardo, hazme caso! —los ataques del aullador cesan tras un sorpresivamente efectivo movimiento.
Con una gruesa cadena que yacía en el suelo, retiene al cristalizado desde la espalda. Pese a tener unos brazos muy largos, casi todo su movilidad se da en sus hombros, por lo que la eficacia de rodearlo con la cadena es tan alta que nos toma por sorpresa a los tres.
—¡Manténgalo asi! —grito mientras retomo la finalización del cañón. Es la situación perfecta para también darle el golpe de gracia sin correr más riesgos.
—¡Claro, pan comido! —responde usando sarcasmo por, la que creo que es, primera vez.
El cristalizado forcejea con más ímpetu al darse cuenta de la desventajosa posición en la que esta, pero con un autocontrol tan torpe es incapaz de liberarse.
—¡Ya casi! —con solo unos segundos para poder terminar con esto, alzo la vista solo para ver al aullador dejar de luchar.
Por un momento se me cruza el pensamiento de que se ha rendido ante un destino inevitable, pero dicha idea se desvanece en cuanto su cara empieza a deformarse mientras emite un gruñido gutural, de repente, una plétora de afilados colmillos surgen de su previamente inofensiva boca y, en lo que parece una escena sacada de una película de horror, gira su cabeza 180 grados haciendo un crujido escalofriante.
En un rápido y letal movimiento, la quijada de esa cosa se cierra sobre el hombro de Nicolás.
El corte es limpio, la ensangrentada boca del cristalizado que contiene un trozo mutilado de hombro, no lo es.
Todo sucede tan rápido que ni siquiera es capaz de gritar de dolor… o quizá son mis propios alaridos de desesperación y pánico los que no me dejan escucharlo.
Inevitablemente, su agarre de las cadenas desaparece. El cristalizado no pierde ni un momento en darse media vuelta y abrir el pecho de Nicolás con una sola tajada. La armadura que portaba, ya en mal estado, ni siquiera opone resistencia, solo se tiñe de rojo al igual que el suelo a sus pies… y sin siquiera dejarlo caer rendido, lo atraviesa con una de sus guadañas para finalmente lanzarlo violentamente contra el portón.
El cristalizado abre su mandíbula cubierta de sangre escupiendo los restos que había en ella, ya ni siquiera parezco importarle, todo lo que refleja son deseos de continuar masacrándolo.
Siento como mi pecho se comprime.
Veo al cristalizado enloquecido… casi en éxtasis…
Veo a Nicolás tendido contra el portón, aferrándose a la vida mientras esta se le escapa como la sangre que brota de su pecho sin control…
Terror, angustia, pánico, ansiedad, dolor.
Frustración…
Mucha frustración… por ser débil.
Soy incapaz de procesar todo lo que paso en solo un par de segundos, mi cerebro es bombardeado con emociones y pensamientos que me llevan a una espiral de abrumadora desesperación.
Siento como algo se resquebraja dentro de mí.
Mi consciencia se apaga.
Me quedo casi en blanco.
Solo algo queda en mi mente…
Respiración Zen, Concentración Profunda, Pensamiento Lateral, Sentido Sísmico, Sigilo, Instintos de Guerrero, Pulso Firme, Tiempo Bala.
Todo se activa al unisonó mientras mis piernas se mueven a toda velocidad.
El cristalizado está yendo por Nicolás.
Su movimiento es predecible.
Si no llego a tiempo él morirá.
Incontables escenarios y estrategias cruzan mi mente con la combinación de Pensamiento Lateral y Tiempo Bala.
Ni siquiera ocupo pensar en que hacer, mi cuerpo lo hace en cuanto la estrategia más eficaz y segura aparece.
Con cada paso esa cosa se acerca a él.
Con cada paso yo también lo hago.
Apunta sus colmillos a Nicolás, ansiando mutilarlo.
Yo apunto el cañón a su núcleo, listo para destrozarlo.
Los tres nos encontramos.
Mi cañón toca su pecho primero.
El estruendoso golpe resuena en todo el taller.
El cristalizado termina estrellándose contra la pared.
Mi cañón, lleno de grietas, se desmorona.
Su núcleo, resquebrajándose, empieza a hacerse polvo al igual que su cuerpo.
Se acabo.
Las consecuencias de tal despliegue de habilidades aparecen en el instante en que bajo la guardia. El dolor es tan intenso que despoja mis piernas de la fuerza suficiente para mantenerme de pie. Mi visión se nubla y la sensación de mi consciencia desvaneciéndose me empieza a consumir.
¡No!
Me muerdo el labio con tanta fuerza que la sangre empieza a brotar. No puedo dejarme doblegar por el dolor, no puedo desmayarme, no puedo dejar a Nicolás en este estado… debo detener el sangrado.
—Aguante… un poco más… —balbuceo mientras con dificultad me pongo de pie y cojeo hacia lo único que el aullador dejo tras de sí.
El enorme núcleo que se extendía casi por todo su pecho se vio reducido a polvo, dejando tras de sí un cristal con un brillo sin igual asi como una forma muy peculiar, una pequeña esfera casi perfecta, que la tocar con los dedos se parte a la mitad.
—Marco… —me llama a mis espaldas con una voz débil y la respiración entrecortada.
—No malgaste fuerzas —respondo acercándome… pero sin atreverme a mirarlo directamente—, necesitamos detener la hemorragia rápido…
—Escúchame…
—No habrá tiempo para desinfectar —continuo hablando mientras retiro trozos de armadura y de tela para ver la herida—, lidiaremos con ello si surgen complicaciones, lo importante es estabilizar su condición actual.
—Marco… detente… —Nicolás posa su temblorosa mano en mi hombro.
Mi cuerpo se paraliza al sentir como sus fuerzas se desvanecen a cada segundo. Un silencio se cierne entre ambos haciendo que el constante golpeteo contra el portón desde el exterior resalte aún más.
—Los cristalizados del exterior irrumpirán… en… cualquier momento…
—¡¡Eso no importa!! —espeto con una mezcla de rabia y frustración mientras pongo la mitad más grande y brillante del cristal en su pecho— ¡Nos refugiaremos en el segundo piso y buscaremos otro lugar!
—No… —refuta mientras hace un inútil intento de apartar mi mano de su pecho—, no malgastaremos el único cristal que tenemos para solo darme un par de horas…
—¡¡Cierre la boca!! ¡Ambos saldremos de esta! —refuto enojado ante su necedad.
—Yo puedo evitar… evitar que entren… convertir este lugar en un verdadero… verdadero refugio… pero no hay tiempo que…
—¡Exacto! ¡No hay tiempo que perder! Tratar sus heridas no está a discusión.
—¡Joder Marco, entiende! —me grita empeorando tanto su pérdida de sangre como su dolor—… a este paso… ambos moriremos… es mejor que aunque sea uno…
—¡Sacrificarse nunca es una opción! ¡Usted lo dijo! ¡Asi que lo salvare y saldremos de aquí! ¡Vivos! —exclamo con la mayor firmeza y determinación mientras petrifico sus heridas.
—Marco… —ni siquiera se inmuta ante lo que debería ser un dolor inaguantable, solo posa su fría mano sobre la mía—, mírame a los ojos…
Mi mirada sigue fija en las sangrantes laceraciones en su pecho, en este momento me es más fácil ver una herida de esta magnitud antes que directo a sus ojos.
—Por favor… —me suplica con debilidad.
Alzo la vista solo para ver lo que realmente deseaba no tener que… un rostro demacrado que pierde fuerzas segundo a segundo y que refleja un peor estado del que podría haber imaginado.
La sangre que brota de la herida en su cara no hace más que acentuar el intenso color amarillo en sus ojos y piel, algo que no pudo haber aparecido en un par de minutos… algo que había sido incapaz de ver por esos estúpidos lentes.
—No…
—No busco sacrificarme… solo quiero irme en mis propios términos.
—Buscaremos la manera de tratarlo… —digo sin aceptar la situación.
—Sabes tan bien como yo que ya es muy tarde… estos son signos de falla hepática.
—Debe haber una solución, si su hígado está fallando solo tenemos que repetir el proceso de cristalización, si no se arregló antes es porque algo hice mal…
—No…
—Aun podemos curarlo… si tan solo lo hubiera acercado más a la fase cuatro… si tan solo… —mi voz empieza a quebrarse a causa de la culpa—… si tan solo me hubiera dejado morir enterrado en el derrumbe…
—Todo esto fue mi culpa… tú me salvaste la vida aquel día… y lo volviste hacer al curar la herida… solo nos queda aceptar que la cristalización… tiene límites…
—Pero…
—Es un poco irónico que tras… que tras tantos años ahogando mi hígado en alcohol… la culpa sea de una misera varilla —se ríe de su propio comentario como si no estuviera desangrándose.
—No se rinda… aún puede salvarse —le ruego al borde de las lágrimas intentando aferrarme a cualquier esperanza—, si logramos salir de aquí podríamos conseguir medicinas, quizá ir a un hospital… podría recurrir a Adler…
—Marco… —Nicolás esboza una sonrisa en un intento de reconfortarme… pero solo siento como se me comprime el pecho al verlo—, solo escucha…
En mi garganta se crea un nudo que me impide hablar, por lo que solo asiento.
—Esta es la última lección que este viejo maestro podrá darte… —empieza a hablar con serenidad ignorando su propio dolor a la vez que toma el núcleo de mi mano—. Los cristales… te permiten absorber su energía y hacer cosas impresionantes… son energía pura en un estado sólido con un potencial incalculable… y si logras liberar toda de golpe… el límite es tu imaginación…
Con un movimiento débil y tembloroso acerca su mano a su boca para después tragar el núcleo dejándome atónito.
—He sido un terrible maestro y compañero… puse tu vida en peligro demasiadas veces… me aproveche de ti velando por mí mismo… desde el principio, la razón de hacer equipo es porque era ventajoso… siempre puedes hacer que el otro se sacrifique por ti… solo te use para intentar llegar más lejos…
—Eso no es cierto… —el nudo en mi garganta se desvanece y lágrimas empiezan a brotar de mis ojos—, todo lo que ha hecho por mi…
—Con solo pedírtelo pusiste tu vida en peligro más de una vez… siempre sin rechistar… ya sea por una severa falta de autovaloración o un gran sentido de lealtad… —conforme habla el sangrado en sus heridas se detiene por completo de forma antinatural—, me hiciste ver el monstruo en que me había convertido… y me ayudaste a combatirlo. Quien realmente está en deuda soy yo… y pese a ello… estoy por pedirte un favor aún más grande y egoísta…
Su voz empieza a temblar mientras su mano busca la mía y la aprieta con las pocas fuerzas que le quedan.
—Si puedes perdonar todos mis actos egoístas… yo… te los encargo a ellos —me suplica realmente afligido—, por favor… a mi familia… cuídalos por mí, dales el mejor mañana… que yo ya no les podre dar… y tu… tu vive ese mañana en mi lugar….
—Yo… yo solo… yo no puedo hacer algo asi… —respondo entre lágrimas de frustración—, le debo mi vida y le puedo perdonar cualquier cosa… pero soy débil… no soy capaz de lograr algo como…
—Eres capaz de eso y más, solo tienes que confiar… encontrar tu voz… escucharte a ti mismo…
—Sin usted no soy nada…
—Toma… esto… —despega de su pantalón la funda con el cuchillo que siempre carga consigo—, te prestara mi fuerza cuando no sientas la tuya… forja con él… un mañana más brillante.
Lucho inútilmente por mantener la compostura al recibirlo de su parte, mientras tanto, pequeñas costras de piedra empiezan a aparecer en su cuerpo, no solo petrificando sus heridas, sino en todos lados… crecen a un ritmo anormal hasta extenderse al suelo e inclusive el portón que ya estaba por venirse abajo.
—¡No! ¿¡Qué está pasando!?
—Ya está comenzando… —su respiración se hace más pesada y débil—, Marco… aunque nuestro tiempo juntos fue corto… de verdad llegue a apreciarte… incluso como a un hijo…
Aprieto la mano de Nicolás con fuerza mientras siento como su vida es consumida por la cristalización.
—No creo en la vida después de la muerte… pero desearía estar equivocado y poder reencontrarme contigo y con mi familia en un más allá… —su temple y serenidad desaparecen mientras lágrimas caen por sus mejillas—, dile a Nick y a Irina… que los amo... y que siempre estaré con ellos…
La petrificacion alcanza su rostro por completo sellando esas como sus ultimas palabras y sin siquiera darme tiempo de procesarlo… sin siquiera permitirme despedirme… sin siquiera poder decirle lo mucho que significaba para mi… la vida de Nicolás se extingue.
El dolor me desgarra por dentro y solo empeora al ver su rostro desvanecerse en el muro de piedra que se extiende más y mas, sellando el lugar sin dejar tras de si algun rastro de su existencia más alla de las pertenencias que cargaba consigo.
◆Nueva habilidad Aprendida◆
◆Último Aliento – Trasciendes cualquier limite pagando el mayor precio ◆
Algo dentro de mí se rompe al ver la ventana que aparece… me hace recordar que todo esto es solo el capricho de un par de dioses… que todo este infierno es un sinsentido…
Grito de frustración con todo mi ser, desgarrando mi garganta hasta quedarme sin oxígeno.
Golpeo el suelo con rabia hasta que pierdo sensación en mis nudillos ya cubiertos de sangre.
Maldigo mi condenada suerte y mi maldita vida deseando nunca haber despertado o haber muerto hace mucho.
Lloro la perdida de la única persona con la que había llegado a formar una conexión real… lo hago hasta que me quedo sin lágrimas.