—Uno podría preguntarse cómo lanzar un ataque sorpresa y derrotarlos uno por uno por la fuerza cuando están preparados —murmuró para sí mismo.
Por eso Greg Jensen decidió en el primer momento merodear por un rato, esperando a que todos entraran antes de que fuera el momento de hacer su jugada.
En sus ojos, estas personas eran como mantis persiguiendo a las cigarras, independientemente de si luchaban por la supremacía o arrebataban los tesoros dentro de la Mansión de la Cueva de la Casa de Hadas.
Sin duda, ¡todos se convertirían en el vestido de novia para alguien más!
Después de haberse planteado esto, Greg Jensen agitó su mano y emitió una orden directa:
—¡Víbora, ve y envenena a todos esos restos en las afueras hasta que queden inconscientes! A continuación... ¡es hora de que nosotros hagamos nuestra jugada! —comandó.
—¡Sí! —respondió Víbora.