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Du Yunkong daba saltos de alegría, felicidad evidente para todos los presentes.
Sin embargo, la persona más feliz era Du Zhuifeng. Observaba a su hijo y decía alegremente:
—Yunkong siempre ha sido así, soñando con convertirse en artista marcial desde que era pequeño. Desafortunadamente, justo cuando alcanzó la edad para la cultivación, sufrió durante más de medio año por mis errores. ¡Todo es mi culpa!
Al decir esto, de repente pensó en algo:
—¡Joven Hermano Yang Chen, muchísimas gracias esta vez!
Habiendo dicho eso, rápidamente gritó:
—¡Yunkong!
—¡Padre! —La reacción de Du Yunkong era confusa, y miró a su padre desconcertado.
El tono de Du Zhuifeng se volvió serio:
—Arrodíllate y rinde tus respetos a la persona que salvó tu vida. Se llama Yang Chen. A partir de hoy, debes recordar su nombre – Yang Chen.