En la madrugada, un rayo de sol se colaba por la ventana, dejando una serie de manchas oscuras en la cama de Basil Jaak.
El teléfono móvil junto a su almohada sonó de repente, interrumpiendo el tranquilo sueño de Basil Jaak.
—¿Perezoso, aún durmiendo? —la voz plateada de Xenia Wendleton salió del teléfono, animando instantáneamente a Basil Jaak.
Mientras se vestía, Basil Jaak preguntó riendo:
—¿Cómo es que la Señorita Wendleton se tomó un tiempo de su apretada agenda para llamarme?
—¡Ah! —Xenia Wendleton suspiró pretenciosamente—. ¿Quién le manda a esta niña tener un favor que pedir, eh?
Basil Jaak rió y dijo:
—Déjame oírlo, podría aceptar si estoy de buen humor.
Xenia Wendleton respondió riendo:
—¡A esto tienes que aceptar! Vuelvo hoy y tienes que recogerme en la salida de la autopista.
—¿Solo eso?
—¿Qué más creías que podría ser?
—Está bien, entonces estaré en la salida de la autopista esperando la gran llegada de la Señorita Wendleton.
—Je je...