Shen Feiwan lo encontró algo divertido.
Ahora, querían que Xu Rufeng volviera a casa para hacerse cargo del negocio familiar.
¿Dónde habían estado antes?
—¿No te preocupa que Xu Rufeng tampoco entienda de negocios? —preguntó Shen Feiwan.
—Tú sí —dijo el Viejo Maestro Shen con firmeza.
—¿Y luego qué? —Shen Feiwan encontraba todo aún más gracioso.
Ella lo entendía, pero el Viejo Maestro Shen no le daría el negocio familiar.
Preferiría arruinar su propia reputación antes que dejar que Xu Rufeng heredara el negocio familiar.
—Tú puedes ayudarlo .
—¿Por qué debería hacerlo?
—En realidad... —El Viejo Maestro Shen se detuvo en seco, sin decir lo que pensaba.
Dijo:
—Wanwan, después de todo tú eres una chica, y nadie dejará el negocio familiar a una hija; siempre se pasa a los hijos y no a las hijas. No culpes a tu abuelo por ser egoísta; ha sido así desde tiempos antiguos, heredado de nuestros ancestros.