—Todos pensaban que esta mujer estaba condenada. Estaban seguros de que no saldría del salón del banquete y que sería arrastrada de vuelta por los guardaespaldas. Sin embargo, salió ilesa. Chu Yichen no parecía tener ninguna intención de arrestarla. ¡Qué sorpresa!
Chu Yichen retiró su mirada y miró a Tao Han, que estaba en un lamentable estado. Su expresión se oscureció.
—¿Ves eso? ¡Un hombre tiene que tener un gran corazón! —limpió casualmente el vino tinto de su rostro. Su postura era provocativa. No estaba en absoluto avergonzado. ¡En vez de eso, parecía un caballero!
Numerosas mujeres a su alrededor se emocionaron e inmediatamente pensaron que Chu Yichen era un fino ejemplo del hombre perfecto.