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—Leo, deja de pasearte de un lado a otro. Me estás poniendo nerviosa —regañó Alice a Leonel, quien no podía quedarse quieto en un solo lugar.
—Tú deberías dejar de volar de un lado a otro también. También me estás poniendo nervioso —replicó Leonel.
—¡No puedo quedarme quieto! ¡No he dormido en días, esperando que esos dos regresen aquí! —rugió Alice, con los ojos inyectados en sangre y hundidos—. ¡Necesito escuchar sus respuestas! ¡AHORA!
Leonel dio un paso atrás.
—Cálmate. Ren y Evie no podían evitar el Cuartel General para siempre. Y solo pasó ayer.
—Solo dices eso porque vives en el mundo real. ¡Pero para mí — es como si hubieran pasado años! Necesito que me den una respuesta, ¡o me quedaré calva! —Alice estaba agarrándose el cabello, y mechones de este salían. Los tiró demasiado fuerte.
El aire se llenó con los sonidos de tela rasgándose y Alice llorando de frustración. Leonel suspiró y miró sus propias manos, que temblaban mientras se agarraban una a la otra.