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Toda la ropa de la joven estaba tirada en el suelo mientras Gabriel sostenía dos objetos en su mano. Uno era un pequeño papel del que jamás se habría enterado si no hubiese revisado concienzudamente. Y el segundo objeto era una prenda interior que podría engañar hasta al mejor de los mejores.
El trozo de papel era un tesoro ordinario que aún no había alcanzado la categoría de Numen. Sin embargo, aun así podía ayudar a una persona a teletransportarse cientos de kilómetros en un instante, siempre y cuando el espacio no estuviera sellado.
En cuanto a la prenda interior, ¡esa sí que era un Numen! Incluso Gabriel no sabía para qué servía ese objeto o qué podía hacer. Sin embargo, podía sentir el aura de Numen mientras lo sostenía en sus manos.
—¿Qué hace? —preguntó directamente a la criada, ya que era un Numen que no le servía de nada. Después de todo, era algo que solo funcionaría para una mujer. Si acaso, solo podía regalárselo a alguien más.