El campo de batalla estaba sumido en un aura caótica, donde las llamas literalmente danzaban como serpientes divinas y las sombras oscuras intentaban devorar la luz de las estrellas.
Fryft, la maga humana, estaba erguida en el aire, como una columna de acero en el epicentro de esta tormenta mágica. Su mirada contenía una resolución inquebrantable, como las raíces de un árbol profundo.
Belial, el demonio despiadado, estaba arrodillado bajo el impacto de las estrellas que Fryft había invocado. Su cuerpo, a pesar de su resistencia demoníaca, estaba empapado en una luz celestial que quemaba como el propio sol.
El suelo, marcado por constantes temblores mágicos, parecía respirar en armonía con la batalla celestial que se desplegaba.