Los Acantilados Aullantes eran una región de aspecto amorfo cuyas montañas se asemejaban más a obeliscos caídos de un mundo antiguo que a formaciones rocosas reales. Cada pequeña colina simplemente parecía una colosal espina proveniente del infierno que podría alcanzar decenas de metros de altura. El ambiente del lugar era lúgubre, causando una mala sensación incluso desde la distancia.
Una gran nube negra soplaba sobre la región a todas horas del día y cada día del año. Posiblemente, este fenómeno meteorológico, sobrenatural por decir lo menos, había convertido la región en un lugar muerto, sin vida. Nada crecía en todo el radio que esta nube cubría la zona, ni siquiera una mala hierba.