Alexander esperó casi media hora, de pie junto al coche, hasta que Violeta salió por la puerta principal. Su entusiasmo anterior era inexistente y sus ojos parecían un poco hinchados.
—Vamos, por favor, Alfred. —dijo Violeta.
—Sí, señorita —respondió el chófer haciendo una reverencia.
Luego recogió su equipaje y lo colocó en la cajuela del coche. Violeta se sentó en silencio dentro de la cabina, mirando sus pies todo el tiempo mientras pasaba junto a Alex.
«¿Está enojada conmigo?» se preguntó Alex.
Alex se sentó en la parte trasera del coche, al lado de la chica abatida. Cuando el coche empezó a moverse, Violeta levantó la vista hacia el espejo del conductor.
—Alfred, ¿podemos tener un momento de privacidad, por favor? —pidió Violeta.
—Por supuesto, señorita. —El hombre presionó un botón en su tablero y una pequeña ventana tintada comenzó a subir, separando al conductor de la parte trasera. Entonces Violeta estalló en lágrimas.