Archer estaba tumbado boca arriba relajándose en la alfombra, absorbiendo la serenidad del momento. Thorin estaba mordisqueando un trozo de pan cerca.
A medida que el sol se ocultaba tras el horizonte, su mirada se desplazó hacia el pastizal que se extendía ante él; una impresionante extensión de campos verdes ondulantes, la hierba balanceándose suavemente con la brisa ligera.
La hierba pintaba un cuadro con varios tonos de verde, todos moviéndose en un baile elegante. A lo lejos, altas montañas tocaban las nubes.
Sus cimas nevadas contrastaban con el vívido cielo azul, dándoles una fuerza interminable.
Arriba, el cielo se transformó en una obra maestra, una mezcla de tangerina y durazno fusionándose con el azul que se desvanecía.
Los campos verdes se transformaban con tonos dorados y ámber como si se despidieran del sol que partía.
Cada hoja de hierba se convertía en un trazo de color vibrante, ondeando en el aire vespertino.