Mientras el sol matutino lanzaba su suave resplandor sobre la tierra, Rain, que se había levantado temprano, se tomó un momento para preparar el desayuno para sus hijos. El aroma de la comida recién cocida se esparcía por el aire, creando una atmósfera reconfortante dentro de su hogar. El desayuno se convirtió en un momento compartido, un pequeño respiro de los tumultuosos eventos que se habían desplegado.
Con un objetivo claro en mente, Rain decidió involucrar a sus hijos en el proceso de curación después de la batalla. Los acompañó mientras se dirigían al corazón de la capital, donde los heridos descansaban dentro de las paredes del castillo y la iglesia. Aunque las cicatrices de la batalla aún eran visibles, la escena era marcadamente menos caótica y sangrienta que el día anterior.