Al descubrir que la lanza del emperador poseía una forma de conciencia o voluntad propia, la reacción de Rain no fue de sorpresa. No era la primera vez que se encontraba con artefactos que presentaban tales características. Por ejemplo, el escudo que había adquirido había exhibido un rasgo similar.
Lo que sí tomó por sorpresa a Rain, sin embargo, fue la facilidad con la que la lanza del emperador aceptó a un humano como portador. Era poco común que artefactos tan poderosos y antiguos se vincularan fácilmente con individuos fuera de sus respectivas razas o linajes. El hecho de que la lanza permitiera que un humano la empuñara sin resistencia significativa fue inesperado e intrigante. O tal vez no... y la lanza solo quería a alguien con ciertas habilidades. El escudo era otra cuestión.
—¿Qué le pasó? —preguntó Rain.