—Jak no estaba bien —dijo Reth. Jak no aparecía por ningún lado, y él no era un Anima que abandonaría su puesto. Uno de sus mejores rastreadores olfateó sangre equina en la tierra a pocos metros del camino, y más cerca de la Ciudad que de la cueva, aunque no había señal de Jak, un cuerpo, o cómo había sido retirado del lugar, vivo o muerto.
Reth casi se salió de su piel cuando se enteró de que Elia había caminado más de la mitad desde la Ciudad del Árbol, sin compañía, y después de que un probable asalto ocurrió justo a sus pies. Llamó a los guardias y rugió contra ellos hasta que Behryn llegó para calmarlo.
Entre los dos desarrollaron una nueva rutina de guardias para Elia. Ya no se consideraría segura cuando estuviera en la ciudad. Habría al menos un guardia siguiéndola en todo momento, y varios cuando estuviera fuera de la ciudad misma.