En medio de la noche, una ambulancia atravesaba la carretera donde solo unos pocos autos privados y autobuses públicos se apresuraban hacia su destino.
—Weewoo, weewoo.
Las sirenas continuaban sonando mientras se dirigían hacia un hospital cercano.
Mientras tanto, Shi Lian temblaba mientras se apresuraba hacia donde estaba estacionada Steffanie. Steffanie la miró con desdén, pero no pudo dejar de preguntar:
—¿Lo hiciste?
Lágrimas fluían en los ojos de Shi Lian al recordar lo que acababa de hacer. ¡Ella... ella realmente le echó ácido a Ran Xueyi! Shi Lian no podía creerlo y no podía aceptarlo. Quería negar su propio corazón envenenado y no quería admitir que era del mismo tipo que Steffanie, una persona malvada.
Pero los hechos demostraron que no era diferente.