Ran Xueyi nunca pensó que algo como estar atada y encadenada a la cama pudiera dar tanta estimulación al cuerpo humano. Cada vez que tiraba de la correa de cuero alrededor de sus muñecas, sentía que estaba atrapada en algún lugar y no podía hacer nada.
La sensación de estar indefensa y a merced de las manos de otra persona era un tipo diferente de estimulación que removía su interior.
—Pareces sentirte bien a pesar de que quería hacer esto para castigarte... —susurró Song Yu Han junto a su oído.
—Yo... yo no... —el ridículo desmentido la sorprendió, ya que sin importar lo que dijera, su cuerpo parecía reaccionar aún más a sus toques.
Song Yu Han tampoco creyó ni confió en sus palabras. Decidió hacer que ella lo admitiera con su propio cuerpo de todos modos.