Harold sintió que la ira volvía a surgir dentro de él, pero tomó una profunda respiración para calmarse. Viendo cómo el color de sus ojos cambiaba ante el más mínimo disgusto ahora, no podía permitirse enojarse y asustarla. Se sintió aliviado de que ella estuviera viva y ahora despierta. Eso era lo más importante para él.
—Estoy aquí ahora. Nadie te volverá a lastimar —prometió Harold, pero ella se rehusó a soltarlo, así que él suspiró mientras se acostaba a su lado y la acurrucaba.
Harold estaba dividido entre ir a preparar las cosas para sacarla del palacio por un tiempo y quedarse allí con ella.
Ella parecía asustada, y eso lo preocupaba. Desde que la conocía, nunca la había visto así. Ni siquiera se veía tan asustada la primera vez que se encontraron en las montañas en su forma de lobo. Siempre tenía el control, siempre era ruidosa y causaba problemas. No le temía a nadie. Pero viéndola ahora, era diferente. Estaba rota. Y eso le dolía.