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—¡Si todo el mundo supiera lo desvergonzado que es el Alfa! —Aurora se sonrojó profundamente, el recuerdo de lo descaradamente que había gemido en sus manos esa misma mañana volviendo a su memoria.
Parte de ella quería revelar a aquellos que creían que él estaba interesado en hombres, cuán hábil era seduciendo a las mujeres.
—Mientras te haga sonrojar, estaré encantado de ser desvergonzado para siempre —susurró él en su oído, mordisqueando suavemente su lóbulo, haciéndola retorcerse.
Su voz tenía un efecto calmante en ella, y se encontró anhelando más palabras seductoras susurradas en su oído. Al darse cuenta de lo traviesos que se estaban volviendo sus pensamientos, dejó escapar una exclamación de vergüenza.
—Alfa Damien, necesito ver cómo está mi amiga. Por favor, permíteme marcharme —le pidió, ambos mirándose profundamente a los ojos, como si fueran las únicas personas que quedaban en el mundo.