Y así, Neveah no se desconcertó cuando otro de las bestias horribles emergió del bosque, sus ojos pequeños reflejando su sed de sangre.
Se paró a corta distancia de Neveah, sus respiraciones fuertes y pesadas mientras su mirada se fijaba en ella, el denso hedor que exudaba nubló las fosas nasales de Neveah y Neveah contuvo el impulso de vomitar.
La bestia estaba tan cerca pero no atacaba, solo miraba a Neveah... esperando una orden del que estaba sentado en una rama encima.
Neveah supuso que él la había estado observando, tal vez siguiéndola todo el tiempo y ella ni siquiera había notado su presencia hasta hace un momento.
—¿Quién eres? —preguntó Neveah en un tono oscuro, refiriéndose al extraño hombre sentado arriba.
—Nadie de interés... —el hombre respondió casualmente.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó Neveah de nuevo.
—Tú no eres a quien busco... el de escamas de rubí... es a quien quiero —respondió el hombre.
—¿Y esperas encontrarlo conmigo? —preguntó de nuevo Neveah.