Jian estaba de pie en su balcón, sus trenzas plateadas ondeaban ligeramente con el viento y esa expresión fría e indescifrable se asentaba en su rostro,
una expresión característica de él ya que rara vez parecía de otra manera, sino frío y distante, con sus orbes dispares vacíos.
Sus ojos, aunque hermosos, estaban carentes de la más mínima emoción o destello de luz y no revelaban nada de sus pensamientos o su estado de ánimo... feliz o triste, uno nunca podría saberlo con el Rey Jian.
Todo lo que se podía saber era que en su presencia, se requería la máxima precaución o se arriesgaba a enfrentar un final devastador.
En este momento, la expresión de Jian era tan vacía como siempre mientras miraba hacia las cimas de las montañas que se alineaban lejos frente a él, montañas tan altas que atravesaban las nubes.