Después de terminar estas palabras, la profesora empujó a Amy con fuerza.
La pequeña figura tropezó y estuvo a punto de caer.
Keira se apresuró a dar un paso adelante y levantó a Amy, acariciando su espalda suavemente para calmarla. —Amy, no llores, no llores...
Amy se aferró a su cuello. —Mamá, Amy es obediente, Amy es buena. ¿Hizo Amy algo malo? Amy puede pedir disculpas; Amy quiere ir a la escuela...
Las palabras de la niña hicieron que el corazón de Keira se doliera.
Ella miró directamente a la profesora. —¡Necesito que me expliques esto!
Al oír esto, la profesora echó un vistazo a la gente que la rodeaba y se burló con una sonrisa irónica. —¿Explicar qué? Ella ha estado llorando en la escuela, interrumpiendo las clases de los otros niños. Le dije que no viniera mañana. ¿Hay algún problema?
Keira entonces preguntó. —¿Por qué está llorando la niña?