Dora estaba furiosa, su enojo ardía por su propia estupidez. ¿Cómo pudo haber sido tan descuidada? Retorcía sus muñecas contra la cuerda, con una mirada fiera mientras el material se clavaba en su muñeca, pero la incomodidad física no era nada comparada con la ira que bullía en su mente. Ni siquiera podía recordar quién podría ser esta persona. Después de todo, no había muchas personas cuyas vidas hubiera entrometido directamente, o al menos no muchas que vinieran tras ella de esta manera. Entonces, ¿quién podría ser? ¿Y por qué no podía recordar a nadie? Solo un sospechoso la haría sentir mejor.