—No más...
No escuchó. Parte de mí tampoco quería que lo hiciera.
Agarró mi cabello y lo tiró hacia atrás mientras movía sus caderas. Mis rodillas temblaban, pero de alguna manera mantuve el equilibrio.
—Dem... Por favor...
Me tensé por dentro y mis piernas empezaron a temblar. Solo un poco más. Quería más. Quería que se moviera rápido y me volviera loca. Lo necesitaba.
Pero justo entonces se suavizó. La sensación de locura dentro de mí disminuyó. Frustración. Una vez más. Lo había hecho al menos tres veces hoy.
—¡Dem! No otra vez... ¡Por favor...!
—¿Qué quieres que haga? —preguntó él con voz ronca, nada juguetona. Era como si me estuviera castigando. Pero, ¿por qué? ¿Qué hice?
—Tómame. Hazlo... como es debido.
—¿Qué es 'como es debido', mi esposa?
—Simplemente... tómame y hazme... venir, por favor, Dem... Quiero. Por favor.
Estaba suplicando completamente. No tenía vergüenza alguna. Solo quería sentirme bien. Quería liberarme, soltarme. Pero él no me dejaba.