—¡Ya es suficiente! —Fritz regañó a Laura mientras ella seguía tomando una botella de vino—. ¡Mira cómo todos se emborrachan!
Como si fuera un desafío, Laura eructó intencionalmente en voz alta mientras se reía frente al Señor Fritz como una loca. En respuesta, el hombre mantuvo su tranquila compostura mientras la veía beber a gusto, usando su abanico para cubrir casualmente su boca mientras se burlaba de ella.
—¿Eso otra vez? —espetó ella mientras él ocasionalmente se abanicaba—. ¿Por qué siempre traes ese abanico contigo?
—Bueno, este abanico tiene un gran valor sentimental para mí además de ser mi arma favorita —respondió casualmente Fritz—. Es como tú tienes tu espada contigo todo el tiempo.
—Oh, ¿es eso? Me encantaría ver cómo peleas con ese abanico —Laura rió con su voz borracha antes de darse cuenta de la hora—. Ah, ya pasó la medianoche. Debo irme, señor.