—Esa es una historia difícil y larga de contar, pero solo debes saber que fui castigada por algo que revocó mi derecho a ser llamada la Reina de este reino.
—¿Castigada? ¿Quién se atreve a castigar a la compañera del Rey? —preguntó Oriana, asombrada.
Ember soltó una risita, sin importarle sus palabras. —¿Quién más sino el Rey mismo?
—¿El Rey, tu esposo—quiero decir, tu compañero—te castigó? —preguntó Oriana, aún más sorprendida.
Ember asintió. —Y estoy feliz de que lo hiciera. No deseo ser la reina de este reino y atraer atención y problemas innecesarios. Me gusta mi vida pacífica como su compañera. Acabas de llegar, y no quiero abrumarte con historias largas, pero pronto sabrás lo que sucedió para que el Rey, mi compañero, me castigara.
Oriana entendió que Ember no deseaba hablar de ello todavía, así que no insistió más. Continuó: