—Eres bueno jugando al escondite, pequeña bruja. Justo como un ratón —rió él con malicia—. Pero qué mal para ti, ratoncita... Porque yo soy bueno buscando, como un gato.
—¡D-deja ir! —Lilith intentó sacar su mano de su agarre, pero el chico la apretó con más fuerza.
—No. Te atrapé. Así que, de ahora en adelante, eres mi mascota —dijo él de manera muy natural.
Lilith tragó y estaba a punto de cantar un hechizo de nuevo cuando la mano del chico le cubrió los labios. No había traído una espada porque sabía que no podía esconderla. ¿Qué debía hacer?
—Nunca he visto a una bruja con cabello rojo y ojos verdes antes —comentó él, inclinando su cabeza. Su cabello oscuro en stark contraste con sus ojos brillantes y traviesos.