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A medida que comenzaba la transformación, contuve la respiración, mi corazón latiendo fuerte en mi pecho. El cuerpo de Cyril se contorsionaba y torcía, sus huesos rompiéndose y reformándose al pasar a su forma de lobo. Un pequeño gemido escapó de sus labios mientras una expresión de dolor cruzaba su cara. Mi corazón se quebró un poco al ver a mi hija soltar otro gemido.
Vamos bebé, tú puedes hacerlo, ¡tú tienes esto! Pensaba para mí mientras miraba a Cyril, quien continuaba transformándose, dejando salir un pequeño gruñido de dolor y casi me levanto de mi asiento para ir a ayudarla si Ivan no me detuviera.
—No, debe hacerlo sola si quiere ser bienvenida en la manada —dice Ivan.
Me giré para mirar de nuevo a Cyril, que ahora sollozaba. ¡Por el amor de Dios, necesita nuestra ayuda! Traté de levantarme pero Ivan se aferró más fuerte a mí. —Suéltame Ivan —le siseé.