Mis dedos temblaban mientras pasaba a la siguiente página. Todo el tiempo, mi corazón martilleaba violentamente dentro de mi caja torácica. Las bellas palabras escritas a mano, dibujadas delicadamente y casi con perfección, daban la bienvenida a mi vista. Las suaves y finas pinceladas fluían libremente sobre el inmaculado fondo blanco, como una bailarina moviéndose grácilmente al ritmo de una sonata imaginaria.
Aunque las palabras estaban escritas de manera perfecta, no presionaron mi botón de reconocimiento. Parecían demasiado desconocidas como si otra mano delicada, no la mía, las hubiera impreso directamente en las páginas. En ese fugaz momento estaba segura de que no era mío y apostaría toda mi vida, si quedaba alguna, a que pertenece a otra mujer, independientemente del nombre impreso en la cubierta de cuero.